Carga mental y sesgos de género en medicina

El 8 de marzo es una fecha de lucha, memoria y reivindicación. Es el día en que recordamos los logros conquistados por los movimientos de mujeres a lo largo de la historia, pero también es una jornada para reflexionar sobre el largo camino que queda por recorrer en nuestra lucha por la igualdad y la equidad. Así que en el posteo de hoy primero te llamo a defender lo conquistado pero sin conformarnos: aún queda mucho para hacer en la construcción de una sociedad más justa.

Con esta lucha como contexto y siguiendo la línea de lo que promovemos en este emprendimiento—el relax y el bienestar— me quiero centrar en un tema que considero de vital importancia: el estrés al que estamos expuestas las mujeres. La sobrecarga de responsabilidades, las exigencias laborales y familiares, y los mandatos sociales nos empujan a un ritmo de vida agotador. Nos hemos acostumbrado a esta presión y, muchas veces, normalizamos el cansancio extremo como parte de nuestra realidad. Sin embargo, este desgaste tiene consecuencias profundas en nuestra salud física y emocional, y es necesario poner el tema sobre la mesa. Hablemos sobre la carga mental, un fenómeno que millones de mujeres en todo el mundo viven a diario.

El peso invisible de la carga mental

La carga mental es el esfuerzo invisible de planificar, organizar y asegurarse de que todo funcione en el día a día. No se trata solo de realizar tareas, sino de la responsabilidad constante de anticipar necesidades, resolver problemas y coordinar cada aspecto del hogar y la vida familiar. Las mujeres seguimos asumiendo la mayor parte de las tareas domésticas y de cuidado, incluso cuando tenemos trabajos a tiempo completo. Lo que no tenemos en consideración hasta que sufrimos las consecuencias, es el desgaste constante que provoca este multitasking que asumimos como forma de vida y que inevitablemente conduce al estrés. Este estrés prolongado se caracteriza por agotamiento físico y mental, ansiedad, problemas de sueño, afecta nuestro estado de ánimo y energía, pero además tiene importantes repercusiones en nuestra salud cardiovascular, inmunológica y hormonal.

Este peso invisible también tiene consecuencias en la salud emocional. Muchas mujeres sentimos culpa cuando no podemos con todo o cuando intentamos delegar responsabilidades, lo que refuerza un ciclo de autoexigencia y sobrecarga. Además, el estrés derivado de la carga mental puede afectar nuestra capacidad de concentración, nuestra paciencia y nuestras relaciones interpersonales, generando un impacto significativo en nuestra calidad de vida.

La medicina y los sesgos de género

Inevitablemente, si tenemos estrés crónico, vamos a tener que acudir a profesionales de la salud, porque nuestro cuerpo busca avisarnos de la forma que puede: a través de diferentes síntomas, que pueden ser físicos y/o psicológicos y emocionales. Y aquí las mujeres nos tenemos que enfrentar a otro problema: el sesgo de género también afecta las prácticas médicas, señoras y señores! Pues patriarcado. Este tema me indigna bastante (hay cosas que no puedo creer que las sigamos discutiendo en 2025), ya se los he dicho en otra ocasión, cuando escribí sobre el uso de cabinas UV para el esmaltado de uñas. La medicina es androcéntrica, es decir, ha investigado las manifestaciones en hombres y ha extrapolado los resultados en las mujeres. El feminismo viene combatiendo esto desde la década del 70, pero aún hoy la medicina sigue sin estar completamente adaptada a las necesidades específicas de las mujeres.

Las inequidades de salud por cuestión de género, cuyo impacto negativo en las mujeres y niñas de todo el mundo ya ha reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS), se evidenciaron científicamente por primera vez en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares. Los infartos son una de las primeras causas de muerte en las mujeres. Y nosotras seguimos creyendo que cuando sufrimos un infarto vamos a sentir dolor en el pecho y en el brazo izquierdo. Pero eso no es así. Estos son síntomas que se producen en los varones, en las mujeres puede manifestarse con síntomas más sutiles como fatiga extrema, náuseas o dolor en la espalda. Muchas veces, estos signos se confunden con malestares menores, lo que retrasa el diagnóstico y tratamiento, aumentando el riesgo de mortalidad. Lo mismo ocurre con enfermedades autoinmunes, dolor crónico y trastornos hormonales, que suelen ser minimizados o mal diagnosticados.

También es preocupante cómo se prescriben psicofármacos a las mujeres para tratar síntomas que en realidad se manifiestan como consecuencia de los mandatos y exigencias sociales. El malestar emocional de las mujeres está medicalizado. Es gravísimo.

Sobre este tema hay muchísima tela para cortar, hay muchísimos estudios científicos que analizan esta problemática, organismos internacionales que trabajan para que las mujeres tengamos un acceso a la salud acorde a nuestras realidades, políticas estatales que buscan proteger nuestros derechos y millones de activistas que difunden estas problemáticas y que trabajan todos los días para lograr la equidad.

Cuidemos lo conquistado, no nos debemos dormir en los laureles, falta muchísimo para que nuestras hijas y nietas puedan ser libres. Mucho se está gritando últimamente en contra de la lucha de las mujeres, muchas barbaridades se están diciendo que nos hacen retroceder socialmente 50 años. No seamos miopes, la lucha feminista no es propiedad de un partido político, de una clase social, sino de cada una de las que nos apropiamos de la lucha, a pesar de las diferencias. No seamos miopes, que muchas de esas críticas vienen desde el privilegio.

Entonces qué hacemos?

Este 8 de marzo, mi llamado es a la toma de conciencia. La carga mental no es un problema individual, sino social, del que tenemos que hablar y sobre todo considerar las consecuencias en nuestros cuerpos, en nuestras mentes y en nuestras relaciones. Al mismo tiempo, es clave educarnos sobre nuestra propia salud, conocer nuestros síntomas, escuchar nuestro cuerpo y buscar profesionales que nos tomen en serio.

No me voy a cansar de decirlo: las pausas no son un lujo, son una necesidad. Si no estamos bien no podemos hacer todo lo que queremos hacer. Construyamos un mundo donde nuestra salud y bienestar importe: el primer paso lo damos nosotras. Cuidarnos es un acto de resistencia y amor propio. Tomate una pausa, por vos, y por todas.

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